Los tipos de estrés: bueno o positivo y malo
o negativo y cómo afrontarlo
El estrés es una reacción natural del cuerpo y la mente ante situaciones que nos exigen un esfuerzo o un cambio. El estrés puede ser positivo o negativo, dependiendo de cómo lo percibamos y lo manejemos.
El estrés positivo, también llamado eustrés, nos ayuda a estar alertas, motivados y preparados para afrontar los desafíos. El eustrés nos hace sentir satisfechos y realizados cuando logramos nuestros objetivos.
El estrés negativo, también llamado distrés, nos hace sentir ansiosos, agobiados y frustrados. El distrés nos impide disfrutar de la vida, afecta a nuestra salud física y mental, y reduce nuestro rendimiento.
Soy una psicóloga cognitivo conductual especializada en terapia para el estrés. Ofrezco un servicio profesional, personalizado y cercano, tanto en mi consulta presencial en Madrid como en mi servicio de videoconsulta online desde casa. Estaré encantada de ayudarte a mejorar tu calidad de vida y tu bienestar.
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El estrés es una respuesta adaptativa del organismo ante las demandas del entorno. El estrés se produce cuando hay un desequilibrio entre las exigencias que recibimos y los recursos que tenemos para hacerles frente.
El estrés implica tres componentes: el estímulo estresor, la valoración cognitiva y la respuesta fisiológica.
El estímulo estresor es la situación o el acontecimiento que nos genera estrés. Puede ser interno (como un pensamiento o una emoción) o externo (como un problema laboral o familiar). Los estímulos estresores pueden ser puntuales (como una discusión o un examen) o crónicos (como una enfermedad o una situación de pobreza).
La valoración cognitiva es el proceso mental por el que interpretamos el estímulo estresor y evaluamos sus consecuencias para nosotros. La valoración cognitiva determina si percibimos el estímulo como una amenaza o como un reto, y si creemos que tenemos los recursos suficientes para afrontarlo o no.
La respuesta fisiológica es el conjunto de cambios físicos que se producen en el organismo como consecuencia del estrés. La respuesta fisiológica se activa mediante el sistema nervioso autónomo y el sistema endocrino, que liberan hormonas como la adrenalina y el cortisol. Estas hormonas preparan al cuerpo para la acción, aumentando la frecuencia cardíaca, la presión arterial, la respiración, el metabolismo y la tensión muscular
No existe un nivel óptimo de estrés que sea igual para todas las personas. Cada persona tiene un umbral de tolerancia al estrés diferente, que depende de su personalidad, su historia, su contexto y sus circunstancias.
Para saber si nuestro nivel de estrés es bueno o malo, debemos prestar atención a cómo nos sentimos y cómo funcionamos en nuestro día a día. Algunas señales que nos pueden indicar que nuestro nivel de estrés es bueno son:
Sentirnos activos, energéticos y entusiasmados.
Tener una actitud positiva y optimista.
Afrontar los problemas con confianza y creatividad.
Aprender de las experiencias difíciles y superarlas.
Mantener un equilibrio entre las diferentes áreas de nuestra vida (trabajo, familia, ocio, etc.).
Algunas señales que nos pueden indicar que nuestro nivel de estrés es malo son:
Sentirnos cansados, irritables y deprimidos.
Tener una actitud negativa y pesimista.
Evitar o huir de los problemas o enfrentarnos a ellos con agresividad o pasividad.
Sentirnos abrumados, impotentes y sin control.
Descuidar nuestra salud física y mental, así como nuestras relaciones sociales.
El estrés malo puede manifestarse a través de diversos síntomas que afectan a nuestro bienestar físico, mental y emocional. Algunos de los síntomas más comunes son:
Dolores de cabeza, musculares, digestivos o cardíacos.
Alteraciones del sueño, del apetito o del peso.
Infecciones frecuentes, alergias o problemas dermatológicos.
Dificultades para concentrarse, recordar o tomar decisiones.
Ansiedad, nerviosismo, miedo o pánico.
Tristeza, apatía, culpa o baja autoestima.
Ira, frustración, hostilidad o violencia.
Aislamiento, soledad, desconfianza o celos.
El estrés es inevitable en la vida, pero podemos aprender a gestionarlo de forma saludable y eficaz. Para ello, existen diferentes estrategias que podemos aplicar, tanto para prevenir el estrés como para reducirlo o eliminarlo.
Una de las terapias más efectivas para el tratamiento del estrés es la terapia cognitivo conductual de tercera generación. Esta terapia se basa en el principio de que no son las situaciones las que nos generan estrés, sino la forma en que las interpretamos y las afrontamos.
La terapia cognitivo conductual de tercera generación nos ayuda a cambiar nuestros pensamientos y comportamientos disfuncionales por otros más adaptativos y saludables. Además, nos enseña a aceptar nuestras emociones y sensaciones, sin juzgarlas ni rechazarlas, y a actuar de acuerdo con nuestros valores y objetivos.
Una de las modalidades de la terapia cognitivo conductual de tercera generación es la terapia de aceptación y compromiso. Esta terapia se centra en los siguientes aspectos:
La aceptación consiste en reconocer y permitir la presencia de nuestras experiencias internas (pensamientos, emociones, sensaciones), sin intentar controlarlas o evitarlas. La aceptación nos libera del sufrimiento que nos causa la resistencia al estrés y nos abre la posibilidad de explorar otras formas de afrontarlo.
El compromiso consiste en elegir y realizar acciones que estén alineadas con nuestros valores personales, es decir, con lo que realmente nos importa y nos da sentido a la vida. El compromiso nos motiva a perseguir nuestros sueños y metas, a pesar de las dificultades o el estrés que podamos encontrar en el camino.
Si quieres aprender más sobre cómo afrontar los problemas de estrés con la terapia cognitivo conductual de tercera generación y la terapia de aceptación y compromiso, te invito a que contactes conmigo.
Estaré encantada de ayudarte a mejorar tu calidad de vida y tu bienestar. Puedes pedir cita o solicitar más información pulsando el botón de Whatsapp .
¡Te espero!
Pilar Sánchez Psicóloga
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